domingo, 18 de diciembre de 2011

La Creación de Amalivaka

Cuenta la leyenda que, en el principio de los tiempos, el gran río Orinoco comenzó a rugir y del fondo se escuchaban truenos y salían rayos...Después elevó sus aguas y se desbordó por toda la tierra cubriendo árboles, selvas y chozas. De toda la población de los tamanacos sólo pudo salvarse una pareja que corrió hacia lo más alto de una roca llamada Tepumereme. Desde allí vieron la destrucción de la tierra mientras esperaban la muerte. Después de varios días, vieron una pequeña curiara que avanzaba hacia ellos por encima de las grandes olas del río y em medio de árboles y bejucos que flotaban en la corriente. Sobre la canoa venía un hombre alto y fuerte que dejaba ver la brillantez de sus ojos: era Amalivaka, quien venia con su hermano Vochi y las dos hijas de éste. Cuando llegaron a la roca Tepumereme, el poderoso dios dibujó las figuras del sol y la luna; en el mismo instante empezó a rehacer el mundo ayudado por su hermano y por sus sobrinas. Después ordenó a las aguas del río que volvieran a su cauce y que corrieran desde la montaña hacia el mar, y al viento que soplara del mar hacia la montaña. Después Amalivaka tocó su tambor de piedra y cantó diciéndole a la pareja sobreviviente: " Yo he venido del otro lado del río y quiero que ustedes vuelvan a poblar la tierra. Cogerán los frutos de la única palmera moriche que ha quedado, que es el árbol de la vida, y arrojen sus frutos hacia atrás por encima de sus cabezas". La pareja obedeció y de cada semilla que caía en tierra se iba formando un hombre y una mujer. De ellos surgieron las nuevas generaciones. Después de ordenar la nueva creación, Amalivaka, padre original de los tamanaco, se embarcó nuevamente en su curiara, remontó la corriente del Orinoco y se marchó para no volver jamás. Los descendientes de Amalivaka, gente valiente, construyeron churuatas, prepararon la tierra y la sembraron de maíz, tejieron chinchoros, hicieron utensilios de cocina, pescaron, cazaron, prepararon alimentos, hicieron festividades, se adornaron con plumas de papagayos, elaboraron flautas y tambores para cantar y bailar en honor a Amalivaka. Pero un día, del lado del mar, llegaron grandes canoas con gente cubierta por extraños ropajes. Eran hombres de piel clara, con pelo en el rostro; hijos de los espíritus dañinos quienes, con potentes y ruidosas armar, apagaron los sonidos de los tamanaco para siempre, dejando tan sólo los dibujos de la luna y el sol que Amalivaka pintó en la roca al momento de realizar la segunda creación. Fuente: Venezuela para Jóvenes, Tomo 4


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